Thursday, January 31, 2013


Con el cineasta Ferruccio Musitelli


La vida en fotogramas

Es considerado el pionero de documental uruguayo. Tiene 84 años, una vitalidad envidiable y su vida bien podría ser materia prima de una biopic. Una mirada inteligente de un hombre que retrató buena parte de la historia uruguaya de la segunda mitad del siglo XX.

De su padre heredó el nombre, la curiosidad y el espíritu trashumante. Nació en Pando en 1927, pero al año la familia Musitelli decidió mudarse a Francia. La elección gala no guarda misterios. “En Italia estaba instaurado el fascismo. Mi viejo había hecho la Primera Guerra Mundial y no quería volver a su tierra natal”, recuerda. El periplo familiar lo llevaría luego a África del Norte, más precisamente Túnez, donde cursaría los estudios primarios. Diez años después, el inicio de la Segunda Guerra Mundial, lo devolvería a Uruguay.
El regreso estuvo signado por años difíciles para la familia Musitelli. El joven Ferruccio, con trece años, comenzó a trabajar, miestras cursaba paralelamente el liceo nocturno. “Yo dibujaba bien. En el liceo nocturno tenía un profesor –se llamaba Sifredi- que dibujaba en el suplemento dominical del diario El Día. Ese hombre me incentivó muchísimo. Eso coincidió con que durante el día trabajaba de mandadero en una casa importadora de artículos de moda. Tenía que ir seguido a un taller donde hacían sombreros que quedaba pegado a un estudio de dibujo. Siempre me quedaba mirando por la ventana como dibujaban. Recuerdo que un día, supongo que los tipos estarían cansado de que los mirara desde la ventana, me invitaron a pasar. Les comenté que dibujaba y me pidieron algunos trabajos. Les llevé unos en tinta china que les gustaron”, rememora Ferruccio.
Casualidad o no –“la mayoría de la cosas suceden por casualidad”, dirá Musitelli como restándole importancia a los hechos- un aviso en el diario sellaría para siempre su amor incondicional por la imagen. “Por un aviso en el diario conseguí trabajo como ayudante de dibujante en el estudio de Pablo Tchirky. Estuve un mes aproximadamente. Luego, un pintor italiano, de apellido Ceria, que era amigo de mi padre, me llevó a su taller. Allí estuve cinco años como pintor, hacía trabajos de decorador. Esos fueron mis comienzos con la imagen. Primero me embalé con la pintura y de ahí, casi de casualidad, derivé a la fotografía. Como era adicto a la Biblioteca Nacional, empecé a estudiar fotografía. Allí encontré una enciclopedia fotográfica de Rodolfo Namia, escrita en 1903. En ese libro aprendí todo”, resume Musitelli.
La imagen en movimiento era otra de sus pasiones. Lo suficiente como para ver una y otra vez Alexander Nevski o Iván, el terrible, del genial Sergei Eisenstein. Eran tiempos de cine continuado donde se exhibía la misma película desde las 13 horas hasta la noche. Y antes de cada exhibición se proyectaba un documental o un corto de noticias. “Pasaban un noticiario que se llamaba `Uruguay al día'. Fui hablar entonces con el director Martínez Arbeleya. Pese a que era amigo personal de Francisco Franco –incluso hacía los filmes propagandísticas de Franco- era un buen tipo. Así fue que comencé a trabajar”.
Dibujo, fotografía y, finalmente, filmación. ¿Qué fue lo que lo sedujo de la imagen?
Siempre es contar algo. Y para contar tenés que tener una herramienta. Lo que hice fue ver las herramientas que tenía y perfeccionarlas de acuerdo a mi necesidad. Ese contar algo no tiene que ser forzosamente una historia. Me gusta más registrar una situación que me produjo determinada impresión y luego mostrarla. Yo documentaba lo que veía y me llamaba la atención. Para eso había varios canales. Uno de ellos era el económico. Necesitaba ganar algo, sino no podía hacer nada. Por ejemplo, con un colega filmamos la pelea de Dogomar Martínez con Kid Gavilán y nos fue muy bien. Nosotros sabíamos que el público que no iba a ir al Palacio Peñarol, le iba a interesar ver la filmación. Los cines se llenaron, hacían colas para verla. Con la pintura también. Pintaba cuadros y los vendía ¿Ves el cuadro que está ahí colgado? (Se refiere a La cacería del halcón) Lo pinté cuando tenía 16 años, pero me equivoqué. Es muy grande. No te lo compra nadie (se ríe). Después reduje el tamaño y algunos se vendieron”.
De hecho, en su casa sobre la avenida Millán hay varios cuadros de su autoría. En uno de ellos se observa un girasol en un jarrón. Le pregunto sobre su significado y asoma una sonrisa pícara. “Tiene su historia. Estábamos en Italia con mi mujer y compró unos girasoles. Cuando llegamos a la casa se lamentó de su corta vida. Quise retratarlos en todo su esplendor, para perpetuarlos, como un regalo para Chispa”.
Chispa es su esposa desde hace sesenta años. Ajena al piropo, le alcanza una foto en blanco y negro. En la imagen se puede ver a Ferruccio suspendido en el aire, sentado en una grúa casera, manejando una cámara. “Esta grúa la hice hace veinte años. Y fabriqué otras cosas. Fui amigo de Francisco Tastás Moreno, un personaje que hizo mucho por la fotografía y el cine en este país. Él hizo las primeras máquinas de revelar películas en blanco y negro y en color en 35 milímetros. Siendo amigo de él, me nutrí de su habilidad y aprendí muchas cosas. Así fue como hice una máquina de revelar películas color 16 milímetros. Luego la llevé a Buenos Aires y se la vendí al hipódromo de La Plata. Ellos la necesitaban para filmar en colores la llegada de los caballos en las carreras. Cuando era un final cabeza a cabeza, la única forma de saber quién había ingresado primero al disco era por el color de las casacas”, señala.

Cámara en mano

Usted ha realizado más de un centenar de documentales. Acaso los más conocidos sean La ciudad en la playa, Orientales al Frente y Trabajadores de la construcción. Este último recibió el premio de la Crítica.
Orientales al Frente es donde aparece la imagen de Líber Seregni que se ha repetido cientos de veces. Queríamos otra cosa para el Uruguay. Lamentablemente vino la dictadura. Trabajadores… fue un lindo trabajo que hice por encargo del sindicato. Esa película se perdió. Yo regalé algunos pasajes porque tenían que ver con el Golpe de Estado. Era absurdo que me lo guardara para mí, para tenerlo debajo de la cama. Marchó a Estados Unidos, a Italia, Francia, Alemania…
¿Cómo vivió esos años?
Con el tiempo me di cuenta que fui muy cuidadoso. No me ponía en un primer plano. No me interesaba lucirme, además era riesgoso. Una de las cosas que hice fue reducir al mínimo mis herramientas de trabajo. Iba con un bolsito y una camarita Nikon con un solo lente. Lo hacía para no llamar la atención. Con el tiempo me enteré que eso de andar con una máquina chiquita para pasar desapercibido ya lo había hecho, aunque por otros motivos, Cartier Bresson. Igual no tuve suerte. Recuerdo que una vez me sacaron de la cama a las tres de la mañana. Estuve cinco días de plantón.
De algunos de esos documentales, lamentablemente, ya no quedan registros.
Sí, por ejemplo el de una familia italiana que vivía en una isla del río Negro. Yo trabajaba en el noticiario alemán Emelco, propiedad de unos judíos que vivían en Argentina. Con uno de los directores del noticiario, Enrique Fabini, siempre salíamos a filmar al interior del país. Fuimos a una isla del río Negro, que era un pequeño conglomerado humano. Esta familia, de apellido Peletti, vivía de la caza y de la pesca. Cazaban fundamentalmente jabalíes y carpinchos. Estuvimos un mes viviendo a monte con ellos. Fue de lo más lindo que filmé en mi vida
Otro de sus trabajos más recordados y premiados es la serie de fotos del conventillo Medio Mundo. Se lo ha llegado a comparar con un documento de corte antropológico.
Se ha dicho eso sí, pero me parece una exageración. Fue por el año 54 que hice ese trabajo. Filmé y fotografié el Medio Mundo con una pequeña máquina Rolley. Se expuso una serie veinticuatro fotos. En ese momento tuve la impresión de que el Medio Mundo no iba a perpetuarse en el tiempo. Uruguay estaba en una etapa pujante y me parecía extraño que tan cerca del centro de Montevideo permaneciera por mucho tiempo un conglomerado de personas de piel negra. No recuerdo quién me habló del lugar, pero sí que no fue un trabajo por encargo. Recuerdo también que existía una gran armonía dentro del predio, donde vivía gente muy simple. No había otra manera de vivir allí sino era en armonía. Entré y me dejaron fotografiar sin problemas a las señoras que lavaban la ropa, los balcones con la ropa colgada, a los niños jugando. Y creo que esa atmósfera se nota, se palpa, en las fotografías. Algunas de ellas son de mucha ternura, espontánea. Ninguna de las fotos fue preparada, ni posada.

También trabajó para medios extranjeros.
Lo hice para la televisión de Alemania Occidental y la Oriental, la RAI, la Unesco y la American Broadcasting Company. Precisamente, trabajando para la American Broadcasting, mientras esperaba en Cementerio Central para filmar sobre el tesoro de las Masilotti, conocí a un periodista argentino que se llamaba Dalmiro Coronel. Tiempo después me llamó diciéndome que estaban necesitando un camarógrafo para filmar una entrevista con (Eduardo) Víctor Haedo. Así fue que comencé a trabajar junto a Roger Lindley, un periodista de la cadena. Comenzamos a trabajar en varios países de América latina. Filmé a Jakqueline Kennedy y a Kennedy cuando visitaron Colombia y Venezuela. También al Che Guevara, a Fidel Castro. Estuvimos en Río de Janeiro cuando el gobernador era Carlos Lacerda, opositor del entonces presidente Janio Cuadros. A Lacerda lo filmé en la universidad dando el discurso que fue lo que disparó el golpe militar que produjo la caída de Cuadros. Estuve, no recuerdo si cuatro o cinco días. Filmé los tranvías con los racimos humanos colgando de ellos y todo el tránsito enloquecido. Todo eso lo pasó después la televisión brasileña. Estuve presente, filmando las elecciones en Trinidad y Tobago, cunado se independizó del Imperio Británico.

¿Cómo se lleva con la nueva tecnología?
La fotografía está muriendo. Ahora todo el mundo es fotógrafo. Cuando digo que está muriendo me refiero a un aspecto de la fotografía. Por otro lado, siento que se valorizó la percepción de la imagen. La gente mira más, sabe mirar más, porque tiene más medios para hacerlo. Ahora hay celulares y camaritas que son accesibles. Y la cámara te enseña a mirar, a descubrir otro mundo.

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