Monday, January 07, 2013

 
LAS CRISÁLIDAS, DE JOHN WYNDHAM



Que se mueren los raros



Publicada originalmente en 1955, Las crisálidas se convirtió en un clásico de la ciencia ficción (o “novela de anticipación” como suele llamársele) y elevó al escritor británico John Wyndhan a la categoría de autor de culto. La nueva edición -publicada por New York Review Books Classics- permite entonces acercarse a una historia que más de medio siglo después de haber sido escrita mantiene plena vigencia.
No es un detalle menor situar en contexto histórico la aparición de Las crisálidas. Cuando Wyndhan la pergeñó hacía apenas una década de los bombardeos atómicos a Hirohima y Nagasaki. Entonces poco se sabía (aunque algo se sospechaba) de la consecuencias letales que los bombardeos tendrían, a nivel genético, en la generaciones futuras. Y la historia está ambientada en un futuro apocalíptico. El lugar se llama Waknuk, donde existe una sociedad fundamentalista -a nivel religioso y genético- que no tolera a los raros. Estos “raros” o “anómalos” incluye a todo ser vivo. No se salvan ni las plantas. De hecho, si se detecta una planta que se aparta del “ideal” (léase las normas de la creación divina) se quema en público mientras se cantan himnos. Una sociedad “perfecta” (un punto común con Un mundo feliz, de su compatriota Aldous Huxley) donde todo está perfectamente controlado y alienado.
David, el protagonista de la novela (al igual que John, el salvaje de Un mundo...), crece en el seno de esta hermética sociedad viendo como los humanos “anómalos” también están condenados a la destrucción, a no ser que consigan huir a Bordes, un territorio salvaje en el que, según dicen las autoridades, uno se puede fiar de nada y en el que el demonio hace su trabajo. David crece con una frase que funciona como un mantra entre los habitantes de Waknuk: “Mantén puro el rebaño del Señor, cuidate de los mutantes”. El disparador, que pondrá en tela de juicio el orden establecido, es que el joven David descubre que tiene una diferencia: puede comunicarse mentalmente con sus pares. Descubierta su desviación David, su hermana Petra y su novia Rosalind, tiene que huir de Waknuk. En el camino pasan por bosques, se contactan mentalmente con Sealands, una mujer de otro país y llegan a Fringes, un lugar donde, a diferencia de Waknuk, todas las plantas, animales y personas son diferentes o poseen “desviaciones”.
Fringes entonces funciona como metáfora de la libertad y de la tolerancia, porque Las crisálidas es, además de una excelente novela de ciencia ficción, un alegato filosófico contra el autoritarismo, contra el Estado policíaco (y sus aparatos ideológicos, teoría que desarrollaría años después Louis Althusser), el fundamentalismo religioso y sexual, y otras varias estupideces humanas.

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